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BALTAZAR

 

Al principio de la colonización de la Nueva Granada, las normas, leyes y costumbres eran muy rígidas para las mujeres; todas debían y tenían que comportarse a la altura o de lo contrario eran juzgadas hipócritamente por la sociedad de la época. La mujer que por desgracia tenía un hijo siendo soltera era llevada a juicio al tribunal de sentencia de la Inquisición y siempre tenían la condena a muerte en la hoguera (aquella práctica se realizaba en la Calle 10ª entre 17 y 18 Calle del Divorcio).

 

Una sirvienta que estaba contratada en una casa de familia aristocrática, fue sentenciada por el Santo Oficio porque había dado muerte a su hijo recién nacido. La orden fue imperativa: ¡Condenada a la hoguera! La historia que a continuación vamos a narrar ocurrió en una casa de estilo típico Colonial, hoy ubicada en la calle 13 No. 5-33. Su fachada tenía una puerta grande de madera. Se ingresaba a ella por un corredor a veces un poco oscuro.

 

También tenía arboles de ciruelas, sus frutos rojos carmesí demasiado intenso que indicaban claramente a la servidumbre el derramamiento de sangre en esa lúgubre noche, todas las fuerzas de la naturaleza se juntaban para realizar el mal; en horas de la tarde un arco iris cruzó el firmamento, tenía principio pero no fin.

 

La cocinera, que era una negra robusta, dijo que sus abuelos decían que en su natal África eso era de mala suerte. Al centro del patio se encuentra el aljibe; el frío se condensaba en pequeñas gotas de agua.

 

Dicen los que saben de esta historia al llegar la media noche nació Baltazar, salió del  interior de su pecadora madre y paso en el mismo instante al fondo del aljibe. “Del interior cálido y amoroso de su madre” toco el fondo frío y oscuro de su sepultura; él bebé no vivió por al caer al aljibe se sintió su primer y último llanto. Así la matrona de la casa lavó la honra de su familia, pero así nació el fantasma de Baltazar. La Gran Señora silencio absoluto, que nadie contara ni una sola palabra de lo que hayan visto y oído, para acallar y borrar todo vestigio de aquel mal instante”

 

Por las calles silenciosas oscuras y frías de Bogotá de entonces se escuchó el llanto triste y moribundo de un bebé, luego un silencio sepulcral…pero el manto de la tragedia quedó en el ambiente; se sentía dolor y tristeza; nadie sabe con seguridad lo que sucedió con la mamá del bebé, jamás se supo algo adicional de ella.

 

Al día siguiente amaneció como por encanto maléfico algo más tarde de lo normal, la ciudad cubierta por la neblina se levantó perezosa como si todos llevaran en el alma el duelo de Baltazar; la gran señora fue como más devota hija de María a su misa de las siete de la mañana; rezó y se conversó con el Padre, pero no le confesó ningún pecado, pues no lo sentía así, para ella había hecho una gran labor a la sociedad.

 

Pasa el tiempo y en la memoria de todos los residentes ya tienen en el olvido a Baltazar, todo volvió a la normalidad,  con excepción de esos árboles que esa noche se les cayeron las brevas, se había secado y muerto; algo raro paso en la naturaleza aquel día.

 

El esposo de la señora acostumbrado a sus andanzas, llegó un viernes a eso de las nueve de la noche y la señora lo sintió abrir la puerta; entonces se despertó, se volvió medio dormida hacia la puerta y vio la silueta de un bebé; pero casi en el mismo momento entro al aposento el esposo. No  tuvo tiempo de pensar ni sentir miedo, tampoco le dió credibilidad a lo que vió. Pasan los días y la señora, una noche mientras dormía, la llamaron por su nombre de pila, la voz que sintió parecía a la de su esposo, pero cuando vió que era la silueta del bebé, sintió por primera vez algo de miedo.                          

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